¿debo morir?
ya no hay fotos mías
he dejado de asistir
a reuniones y fiestas
atender teléfonos o contestar cartas
no habrá idea alguna
que fui
marcelo ahumada, VII, MADRENATURALEZA
es curioso estar sentado escribiendo así, a las seis de la mañana de un domingo aún sin abrir, ¿qué nos depara?, en fin, los viajes lo vuelven a uno irreal, la falta de planes para el futuro también. hablé con marcelo ahumada, autor de un bellísimo libro de poemas titulado Yo soy la oscuridad, aunque la tapa diga el primogénito. a pesar de la oscuridad, me iluminó la noche. acaso no haré otra cosa que acomodar aquí las conclusiones a las que me hizo llegar.
al parecer todo comienza cuando uno se sitúa, elige y en ello se le va la vida. elegí irme, sin para qué, de hecho todavía no sé si a otra cosa que a vivir, esa vaguedad tan inquietante. no estudio, no vine becado para redactar mi tesis, no estoy visitando parientes, no me trajo la promesa de encontrar un trabajo bien remunerado, no me atrajo la idea de conocer la gran ciudad ni sus enormes carteleras, resumiendo, no fui traído por ninguna de esas boludeces por las cuales la gente viene a este enorme presidio. lo único cierto era irse de salta lo antes posible y para el caso lo mismo daba un cerro en el collamarca que la isla de los estados, al fin y al cabo la idea de no tener nada seguro fue el móvil.
la seguridad, por si no lo sabías, representa una mínima fracción de lo deseable, es más, casi hasta promete toneladas de tedio. prefiero mil veces la miseria creativa. así las cosas, si vuelvo, dice ahumada, a pesar de haber compartido todo con ustedes, siempre seré el que se ha ido. somos desterrados, me dice clavandome los ojos, en cualquier lugar del mundo, siempre estamos afuera, porque desterrado significa jamás haber tenido tierra. entonces cómo volver a un lugar que uno jamás tuvo, pregunta ahumada, ¿qué hacer con la catástrofe?
no atinamos muy bien a responder, preferimos el fulgor de la inquietud, ir sin responder para ver qué hay en la incertidumbre que nos devora de ansiedad, que nos promete más soledad. somos tristes por dentro, a pesar de reírnos de estas cosas. agita el whisky y cita: "la esfinge no habla ni dice, señala". la escritura señala los movimientos de zozobra a fin de poder continuar vivo. mientras algunos juegan a las palabras, unos se la juegan palabra a palabra, sangran de tanto jugar. a cambio de una tregua uno se sienta y escribe, deja su vida para que la vida lo deje vivir, traiciona, la clave de la literatura radica allí.
mi predilección por joyce me conduce a dedalus: "te diré lo que haré y lo que no haré. no serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria o mi religión. y trataré de expresarme de algún modo en vida y arte, tan libremente como sea posible, tan plenamente como sea posible, usando para mi defensa las solas armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia". ¿qué más podemos hacer? estuvimos Aquí, luego vivir es más allá de Aquí, hasta es probable que hayas olvidado el significado de esa palabra.
la escritura sucede cuando te toca, espero que nos hayamos encontrado. por lo que a mí respecta, esta isla llega a su fin, no pienso escribir más aquí, ya tendremos oportunidad de viajar hacia otros lugares, por ejemplo siempre escribo a mano y si andás por la ciudad y si por casualidad el mismo bar y si un papelito que procuro arrojar para no verlos amontonarse en un rincón o acaso mi voz, de cuerpo entero, en carne viva...